jueves, 24 de mayo de 2012

CIUDAD, Barrio, Casa



"En un rincón de mi mundo
 hay un patio, una cometa, una niña y un árbol ....",
Ginesa Ortega. 




 Este verso me recuerda la evolución que, como arquitecto y ciudadano,  he sufrido en mi trayectoria profesional y en mi compromiso a la hora de hacer ciudad: en los inicios creía que la ciudad se generaba agregando casas a un conjunto preexistente, y ahora, que el paisaje y las relaciones hacen ciudad. Mi mundo eran un patio y un niño, vivencias detrás de una tapia en el mundo cerrado de la casa, ahora es el de la cometa y el árbol. El árbol como elemento creador de paisaje y símbolo de naturaleza, y la cometa símbolo de juego, relaciones y sueños.

La excusa poética representa una idea: la ciudad es vivencia, naturaleza y memoria. La casa, un coto privado donde tras cerrar la puerta nos sentimos seguros. Desde nuestro mundo privado, nos proyectamos en diversas realidades que se materializan en el espacio público de la ciudad, viviendo así múltiples ciudades -del trabajo, deporte, ocio, turismo, amigos o familia. Todas estas vivencias diferentes y personales, elevan a infinito el número de percepciones posibles de una misma ciudad. Tal y como indica Teresa Caldeira al hablar de la "ciudad dual": "Para mí la ciudad es una cacofonía, porque hay tantas cosas que vienen de tantas partes, que reducir eso a dos polos no tiene sentido. Lo más fascinante de la ciudad está en la posibilidad de todas esas diferencias, las posibilidades de crear espacios nuevos, prácticas nuevas, eso pasa todo el tiempo si uno tiene un mínimo de democracia."[1]






[1]  Antropología, ciudad y jóvenes. Un diálogo con Teresa Caldeira. Revista Iconos nº 42

2 comentarios:

  1. Es muy interesante y sugerente la reflexión que haces. Me gusta mucho.

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  2. Felicidades por el post. Me ha gustado mucho la referencia que haces de la vivienda como refugio, último reducto del urbanita en su cosmos existencial (la ciudad), donde su vida transcurre inmersa en complejas relaciones y vivencias fugaces. Al final es necesario, reconforta, tener un lugar donde poder plasmar su personalidad como individuo.

    Me ha recordado a Toyo Ito: “El lugar de la casa no será más que una densificación del trayecto, un nódulo donde se concentran y pliegan intensidades para definir la expresión mínima del habitar, de la idea de interior que es consustancial al habitante.”.

    Un abrazo.

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