Las ciudades no son entes autónomos y autistas. A pesar de
su imagen de autosuficiencia y poder, dependen de la energía que se produce
lejos de ellas, de los alimentos que se cultivan en el ámbito rural, y de los municipios
que se prestan a almacenar sus desechos. Para llegar a un modelo de ciudad más
sostenible debemos cambiar de escala, obtener perspectiva e incluir la
ruralidad como ámbito en el que se generan los productos que se consumen o
procesan en las ciudades. Lo urbano y lo rural forman parte del mismo sistema.